The White Lotus: la serie que nos sedujo en 2022

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Estamos a tope de series sobre resolución de asesinatos. Las hay en todas las plataformas, formatos, tonos, elencos y nacionalidades posibles. Poco hay ya que aportar al tema. The White Lotus, sin embargo, aunque en sus dos temporadas parte de la premisa de que alguien va a morir, no es una serie sobre resolución de asesinatos.

The White Lotus se trata de un hotel y de sus esporádicos, banales y fastidiosos inquilinos y del staff que los atiende. Después de dos estupendas temporadas se antoja ya como una serie antológica cuyas anécdotas pueden suceder en paraísos turísticos de cualquier destino del mundo.

No es otra serie sobre crimen

Las dos temporadas tienen algunos comunes denominadores. Si bien en apariencia la historia te va a llevar por una serie de acontecimientos que develan la muerte con que inicia la narración, lo cierto es que en ambas pronto te das cuenta de que lo último que importa es el crimen, ni siquiera lo que sucede en las historias de los personajes, sino en sus personalidades y a manera en que el paradisiaco hotel influye en ellos.

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Si la primera temporada de manera sutil se exploran las relaciones familiares de los huéspedes ultra privilegiados durante su estancia en el resort hawaiano, la segunda temporada abiertamente explora la sexualidad de los personajes en la trampa de un hotel y una ciudad aparentemente perfecta para que exploten las pasiones.

 

Elenco de primera

Con un elenco distinto a excepción de una nuevamente extraordinaria Jennifer Coolidge y Jon Gries. Ellos repiten sus papeles de Tanya y Greg, ahora como marido y mujer, acompañados de Portia (Haley Lu Richardson), una insulsa asistente que sufre los pesares de tener que acompañar a su jefa a un viaje en un hotel paradisiaco. Sobre los hombros y negro sentido del humor de Tanya y sus reencuentros con la sexualidad madura, no sólo descansan algunas de las partes más destacadas de la serie, sino las de legítima angustia.

Las vacaciones en Sicilia también siguen los pasos de dos parejas de jóvenes empresarios. Ellos guapísimos, ellas hermosas y sin nada más por qué preocuparse que gastar los frutos de su merecido esfuerzo. En evidente competencia para demostrar cuál de los amigos tiene el pene más grande, ellos se van enredado en una historia de confusiones y celos que no hacen sino permitir el enorme lucimiento de una bellísima Aubrey Plaza. 

 

Crítica a lo woke

Tres generaciones de hombres Di Grasso, abuelo, padre y nieto (F. Murray Abraham, Michael Imperioli, Adam DiMarco), que viajan a Italia para encontrar sus raíces sicilianas y que sirven, primero, para hacer guiños y coqueteos con lo mejor del cine y televisión filmado en torno a esa isla, especialmente haciendo bromas y un chocante argumento woke sobre El Padrino y la obvia e inevitable nostalgia por un personaje de Los Soprano. Por otro lado, presentan como una suerte de marca de familia una ingobernable adicción al sexo que viven abuelo y padre, pero que el nieto cree estar «deconstruyendo».

Entre los tres grupos de turistas, destacan Lucia y Mia (Simona Tabasco y Beatrice Grannò) dos escorts o prostitutas ejecutivas que, con el apoyo de Dominic Di Grasso, el padre, se las arreglan para ser recibidas en el hotel como huéspedes y van trazando una divertida madeja de relaciones y mentiras que les permiten ir progresando en sus negocios. Estupendo el retrato de Lucia. Está en su negocio, lo conoce, manipula, alcanza sus objetivos, a todos les saca lo que quiso y más y, al final, a diferencia de otras historias que juzgan y sentencian al oficio, ellas simplemente se salen con la suya divertidas, cínicas y en una fraterna complicidad femenina, caminan por las calles de Sicilia luciendo más espectaculares sus sonrisas que sus prendas.

 

Queremos más

Como la primera temporada, la segunda va creciendo hasta llegar a un desenlace que te deja aplaudiendo lentamente al televisor, sin evitar que, también como en la primera temporada, el misterio sea producto de una bobada, de una torpeza que al mismo tiempo frustra y te deja una satisfacción absurda.

Injusto sería cerrar sin reconocer también el trabajo de Sabrina Impacciatore como Valentina, la malhumorada gerente que, a pesar de la diferencia de tempramento del locuaz Armond de la primera temporada, se vuelve también un pivote entre todos los personajes y navega junto con los demás personajes en la búsqueda de su propia sexualidad.

Si The White Lotus fue la gran sorpresa de 2021, la calidad de esta segunda entrega deja ya sentado el camino para una deliciosa antología de varias temporadas, mientras pueda mantenerse el espíritu crítico y satírico, hay mucha tela de donde cortar, muchos prejuicios que explotar y muchos, muchísimos destinos turísticos que explorar. No faltan ganas de que ya se esté edificando un White Lotus con terminal muy fifí de un tren maya que aún no acaba de construirse.