Andor: una pesadilla fascista con la mitología de Star Wars

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Ideas. Resistencia. La fuerza de los pequeños. Traición. De Andor, la serie de Disney+ que da cuenta de la vida de Cassian Andor, el atractivo personaje que protagoniza Rogue One (a mi juicio, la mejor cinta que se ha hecho en torno al universo de Star Wars) interpretado por Diego Luna, se pueden decir muchas cosas, muchas palabras. La más importante: provocación. 

Un canto a la resistencia

Es que es una verdadera provocación para el público que desde hace más de cuarenta años ha conformado el fandom de Star Wars. Andor es una serie que se atreve a decirles (decirnos) que Star Wars no es solo una historia de ewoks, Jar Jar Binks y una epopeya infantil, un tanto facilona de personajes planos y agradables: no. Star Wars es otra cosa.

Es un canto por la resistencia, es un recordatoria de que antes de Luke Skywalker y Han Solo hubo mártires, hubo guerras y hubo un imperio fortísimo y totalitario que en modo alguno podía ser vencido por un solo acto subversivo. Se necesitaron muchas muertes destruir la Estrella de la Muerte. Hubo muchas tragedias antes de Darth Vader. Andor parece un mal sueño, una pesadilla que usa la mitología starwariana como telón. 

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Puede ser que precisamente por esa vocación de desmarcarse del resto de Star Wars que Andor no ha causado un furor entre los aficionados como sí lo han levantado The Mandalorian o Clone Wars. Sorprende que Disney haya producido un show que no se siente parte de la franquicia. Es diferente, pues.

Por ejemplo: en cierto momento de la historia el protagonista cae en una cárcel imperial de “baja seguridad” en la que la pena son trabajos forzados. Las escenas carcelarias son claramente deudoras de la ciencia ficción a la Philip K. Dick: pesadillas de una dictadura muy parecida a los fascismos en esta galaxia muy lejana que es la nuestra. Narkina 5, la cárcel, es una sucursal de Auschwitz con una máscara futurista.

 

Teoría de la resistencia 

El filósofo Gilles Deleuze, en su teoría de la resistencia, dice que esos actos leves que son un pequeño gesto de individualidad (vestirnos de cierta manera, preferir objetos inesperados) conforman la verdadera revolución. La resistencia está en manos de los que se levantan de a poco, los que contagian el fuego un cerillo a la vez. Ideas como esta están en el corazón de Andor

Muchas ideas y mucho descaro incluirlas en una pieza pop. Hay posiciones políticas, hay momentos incómodos, hay hasta filosofía. No es exageración: Tony Gilroy, el creador de la serie, ha atajado temas profundos en su carrera, como la intriga política y la ética (sobre todo en cintas como Michael Clayton y Bourne Legacy). Un hit: lo ha hecho de tal suerte que incluye esas prerrogativas ideológicas en productos muy entretenidos.   

En Andor, Diego Luna regresa al personaje unos años antes de los sucesos que conocemos en Rogue One. Un raterillo con facilidad para la mecánica— ¿qué tendrá George Lucas y sus sucesores con los personajes hábiles con las manos, ingenieriles? —, Cassian Andor vive una existencia más o menos feliz, más o menos despreocupada en el planeta Ferrix, con su madre y sus amigos, a los que muchas veces les debe dinero. Mentiroso, voluble y valiente, Andor no es un héroe. Para eso todavía hace falta mucho fuego en un camino en el que encontrará más traidores que aliados. Y mucha gente que quiere su cabeza—sí, también los que parecían ser sus aliados.

 

Con potencia cinematográfica

La serie tiene un elenco en el que el más chimuelo masca fierros. Actores como Stellan Skarsgard, Forrest Whitaker, Andy Serkis y el propio Luna visten el reparto de estrellas conocidas, pero no están solos. El peso de las serie cae en personajes interpretados por actores de carácter como Denise Gough—una fascista fascinante—, Kyle Soller, un tonto seducido por el poder del Imperio, o Genevieve O’Reilly, una senadora con una agenda oculta.

Andor es una serie que merece un arrastre lento, aguanta más de una sola vista. Cada episodio tiene potencia cinematográfica. Muy notable el trabajo de escritura y construcción dramática. No puedo sino decir elogios de la serie, sin embargo, tiene sus bemoles. A veces es demasiado solemne y puede parecer lenta. Mas no hay que dejarse llevar por esa inercia: no solo es inteligente, es gran entretenimiento.