SOUL: ¿Una película de coaching?

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Soul, la más reciente cinta de los estudios Pixar, y triunfadora en la reciente entrega de los Golden Globes 2021, ha generado varias conversaciones. Una de ellas ha sido la polémica sobre si estamos frente a un filme que de forma sublimada intenta promover el coaching, uno de los métodos actuales más populares de superación personal. 

 

La Dictadura de la Felicidad

Una frase que me suele poner de malas es: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida”. Aparentemente esta cita proviene de Confucio -célebre filósofo chino- y es posible que esta idea sí haya sido suya, pero me parece que eso no la exenta de ser deconstruida y cuestionada. 

Al dedicarme a la práctica psicológica y la enseñanza, me he cruzado con muchas personas que aman su trabajo. En varios he atestiguado una enorme dicha por el simple hecho de poder dedicarse a aquello que les apasiona. Sin embargo, ninguno se ha salvado alguna vez de tener una difícil jornada laboral o de realizar algún tipo de sacrificio, incluso a veces sin un pago o reconocimiento justo. Yo misma, que adoro lo que hago y hoy en día no lo cambiaría por nada, a veces deseo que ya sea fin de semana o vacaciones. 

Romantizar la vocación profesional me parece que es un peligro que explora Soul, la más reciente cinta del estudio Pixar, dirigida y escrita por Pete Docter y Kempt Powers, con la adición de Mike Jones en el guion. Soul narra la historia de Joe Gardner (Jamie Foxx), un profesor de música que se encuentra ante la discordia de un empleo estable pero aburrido en una escuela primaria o la incertidumbre de cumplir sus sueños como pianista profesional. 

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Nuestro primer impulso como público es desear que Joe siga sus sueños, pero no hay que olvidar que, así como el jazz es encantador, al mismo tiempo es inestable e impredecible. Más adelante en el filme, la decisión de Joe se verá alterada cuando debido a un accidente, fallece y en un intento por regresar a la vida, finge ser un mentor para almas. 

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La idea posmoderna de que sólo debemos dedicarnos a lo que nos gusta, ha llevado a millennials y a otras generaciones cercanas a tener oficinas con maquinitas de fútbol o videojuegos, vestir con ropa informal, usar pufs para trabajar y tener horarios flexibles o home office. Esta falsa ilusión de placer y comodidad -incluso anterior a la pandemia- terminó por generar que pasaran más tiempo laborando que lo que harían en un horario establecido. De forma similar, ser freelance se transformó en ser implant, supuestamente con el propósito de ser un agente libre que puede tomar sólo proyectos que sean de su interés, cuando en realidad, sabemos que esto facilita a las empresas a no pagar prestaciones. 

Esta generalización puede parecer simplista y no representa a todo el sector laboral, pero es una muestra de cómo se ha ido creando una dictadura de la felicidad alrededor del trabajo. Es como si las personas con oficios tuvieran sólo dos opciones: están donde están porque quieren o deben renunciar a sus trabajos como conserjes, meseros o albañiles; una opción imposible para varias personas.