El Presidente: la deficiente crónica de un negocio redondo

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Rumbo al final de El Presidente -la nueva serie de Amazon Prime sobre el escándalo del llamado FIFA Gate- una agente del FBI (interpretada por Karla Souza) regresa a la sede de la CONMEBOL en Luque, Paraguay, lugar donde trabajó varios años como agente encubierto. Ahí, busca a una antigua compañera para revelarle su verdadera identidad y comunicarle que perderá el empleo (mesera) ya que los sucios y corruptos dueños del fútbol latinoamericano están por caer.

La amiga, furiosa, le dice que a ella no le importa que los zares del balompié caigan, “¿a mí en qué me afecta que unos ricos le estén robando a otros ricos? […] yo y mi familia nos quedaremos sin comer gracias a ustedes”.

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El sentido de esta secuencia nunca queda claro: ¿acaso pretenden minimizar la corrupción que en efecto existe dentro del fútbol?, ¿Estados Unidos fue el villano de esta historia?, ¿la corrupción en el fútbol crea tal derrama económica que eliminarla sería más perjudicial que benéfico?

Probablemente este es el momento más interesante de, El Presidente y lo malo es que es el único. Compuesta por ocho capítulos de una hora de duración, la serie tarda mucho en arrancar y cuando finalmente alcanza algo de altura, se desploma rumbo al último capítulo que resulta el peor de todos.

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El FIFA Gate

Escrita por el ganador del Oscar, Armando Bó (guión de Birdman, la cinta coescrita y dirigida por Alejandro González Iñárritu)- la serie se enfoca en la historia de Sergio Jadue (Andrés Parra), un humilde dirigente chileno del equipo de fútbol de su pueblo natal, La Calera, quien a base de perseverancia, sumisión y mucha suerte, fue subiendo peldaños hasta llegar a Presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional de Chile, puesto desde donde disfrutó de los millones de dólares que el balompié sirve en charola de plata a sus dirigentes.

Siempre acompañado de su maquiavélica esposa, María Inés Facuse (sólida interpretación de Paulina Gaytán), Jadue hizo alianzas, aceptó sobornos, e incluso -según la serie- sirvió como soplón del FBI en las reuniones de la FIFA y el CONMEBOL, todo para conseguir un puesto en la FIFA, lugar donde el clima siempre es el mismo: lluvia torrencial de dólares.

El Presidente

No hay juego bonito

El guionista y director, claramente abreva (y no para bien) del cine de Billy Wilder y de la filmografía de Martin Scorsese: un personaje -ya muerto- narra mediante voz en off los acontecimientos que llevaron a Jaure de ser un dirigente mediocre de un equipo mediocre, a convertirse en la persona que llevó a Chile de regreso a la Copa América.

La poco refinada estructura de la serie (constantes y confusos cambios en el tiempo, escenas repetitivas, diálogos inanes) así como la puesta en imágenes apenas funcional, hacen que el interés por la historia se diluya, hasta que llega el siguiente montaje de voz en off, único recurso interesante de la serie donde usualmente se lanzan los datos más reveladores: la cantidad de dinero que se gana la FIFA por concepto de transmisiones, de mercancía, de boletos, de reventa; las razones por las cuales la sede de la CONMEBOL se encontraba en una república no precisamente céntrica ni económicamente atractiva, la forma en como solían transportar fajos de dinero en los aeropuertos, y claro, las fiestas, aunque estas tampoco son filmadas con particular ahínco.

Copiando a los cracks

La desesperación por emular obras mayores como Goodfellas, The Wolf of Wall Street, Sunset Boulevard (o incluso otras menores pero que a la sazón resultan mejores copias del cine de Scorsese como The Big Short) es evidente a lo largo de los ocho capítulos que bien pudieron ser cinco.

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Y es por ahí hasta el quinto capítulo (dirigido por la mexicana Natalia Beristáin) que finalmente la cosa se pone interesante, cuando se muestra algo de las entrañas de la FIFA -con personajes como João Havelange y Joseph Blatter- quedando en claro que el fútbol internacional es una gran mafia que lucra con la pasión de la gente. Una relación simbiótica donde ellos venden espejos y luces multicolor mientras que el público se enajena con las jugadas, las rivalidades prefabricadas y por supuesto, con los tiros a gol.

Una serie en fuera de lugar

El balance final es negativo. Nada en El Presidente resulta revelador, ni tampoco es contado con particular destreza. La única razón por la que seguimos viendo hasta el final esta cansina e irregular serie, es por las actuaciones de Paulina Gaytán y Andrés Parra, quienes no obstante los constantes problemas de acento (ambos hablan como chilenos) por lo menos adoptan un compromiso notable en la interpretación de sus personajes.

En la búsqueda desesperada por sorprender, el guión se toma la libertad de un giro de tuerca innecesario y groseramente estúpido, que no hace sino enojar por la pérdida de tiempo en un capítulo final que simplemente no debió existir.