Yermo: un retrato en el desierto

yermo-everardo-gonzález

No creo exagerar al afirmar que Everardo González es el mejor documentalista mexicano en activo, sólo basta recorrer su filmografía –La Canción del Pulque (2003), Los Ladrones Viejos (2007), La Libertad del Diablo (2017), entre otras– para encontrar en ella algunas de las piezas documentales más importantes del cine mexicano de los últimos quince años.

La constante con el cine de Everardo es la exploración y el cambio en la forma de narrar sus historias: del humor y la sorpresa de un documental tan divertido como lo es Los Ladrones Viejos, al auténtico horror sobre una lacerante realidad nacional como lo es La Libertad del Diablo.

El director no sólo encuentra temáticas disímiles pero siempre interesantes para cada entrega, sino que estilística y formalmente todas son diferentes. Everardo no deja de experimentar con la forma en que narra la realidad en cada uno de sus documentales y en Yermo (México, 2020) -su séptimo largometraje- encontramos su trabajo más arriesgado desde La Libertad del Diablo.

Te puede interesar:  5 Documentales Musicales de Netflix que debes ver

Los extraños somos nosotros

La ventana se abre y lo que nos muestra es un puñado de escenarios desérticos y las familias que los habitan. Lo curioso es que Everardo nos priva de contexto previo alguno, ni siquiera hay los famosos letreros que nos ubiquen geográficamente o alguna narración introductoria sobre el por qué de este ejercicio.

Lo único que aparece en pantalla son los impresionantes paisajes desérticos de lo que adivinamos es México, Mongolia, Arabia Saudita, y más, junto con las familias que los habitan. Se trata de una mirada a formas de vida que nos son absolutamente ajenas para todos aquellos que vivimos en una ciudad, pero que en su contexto los extraños somos nosotros.

La mirada de Everardo no es la del turista que va a conocer formas exóticas de vida, sino la de alguien que trata de descubrir, en medio de esos parajes extremos, como en el fondo hay tantas cosas que nos son similares y por ende nos unen: los hijos, el placer por la música, por el canto, por el karaoke (!), la ropa tendida en un lazo al aire libre, el humor.

yermo-documental-everardo

La libertad del documentalista

El idioma presupone una barrera con la cual el cineasta también juega. A capricho, la traducción (mediante subtítulos) puede aparecer o no en pantalla, lo cual revela conversaciones curiosas que se dan al cobijo de quienes hablan alguna lengua que creen que nadie entiende, como aquellos que se cuestionan si los que llegan a filmar serán tan puercos como los pasados, que sólo querían ver cómo tenían sexo los habitantes del lugar.

Sin duda cercano a su anterior filme etnográfico –Cuates de Australia (2011)- con Yermo observamos a un cineasta en plena libertad (como tal vez nunca lo había sido), corriendo riesgos, jugando con las formas y el género de la película. Yermo es un ejercicio de empatía que en no pocas veces se convierte en espejo que nos proyecta a nosotros como los raros, los aislados, los ingenuos que creemos que el mundo lo inventamos nosotros.