Titane: el aceite de motor me pone

TITANE

Una experiencia compartida por todos los asistentes al cine: cómo nos predisponen los tráileres. Cuando vi el tráiler (o corto, como se les decía antes) de Titane pensé que me regresaban a los años noventa, época en la que estaba muy en todos lados la teoría de la posmodernidad y del hombre-máquina, las modificaciones quirúrugicas de la performancera Orlan, las novelas de J.G. Ballard y el Manifiesto Cyborg de Donna Haraway. Pues: de aquel primer vistazo me quedé con la impresión de que todo ya lo había visto, ¿qué tenía que decirme esta historia que enamoró a Cannes?

Eso también nos predispone, los premios. Titane, la ¿obra de arte? más reciente de la imaginación inquietante de Julia Ducournau (su ópera prima, Raw, es otra de esas provocaciones de niña terrible que tanto se celebran en los festivales europeos), se llevó la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes. Suelen interesarme más a las cintas que son abucheadas en Cannes que las que resultan ganadoras, pero Ducournau me resulta atractiva por una razón más bien tonta: tenemos la misma edad y siempre es interesante espejearse en los creadores de nuestra generación. No estuve equivocada, a Julia también le pone el aceite de carro.

¿Qué estoy diciendo? Que Titane es un muy pre-millennial vistazo a la posmodernidad. No busquen en la cinta corrección política ni choros moralizantes: he aquí una historia muy extraña, de una corporalidad viscosa y fría como la del motor de un automóvil; su desparpajo violento no deja a nadie sin una opinión.

Te puede interesar:  RAW, o la desdicha de la virtud

Los niños son monstruosos, al menos lo son los de las cintas como Titane. Alexia (Agathe Rouselle en una actuación satisfactoriamente fría), de niña, es un ser extraño que irrita a su padre en un viaje en carro. Tienen un accidente y la niña queda con una fea cicatriz en el cuero cabelludo, pues le han puesto una placa de titanio en el cráneo (titanio en francés es titane, ¿por qué no tradujeron el título a Titanio?). A partir de ese momento Alexia se vuelve una con los objetos metálicos, en especial con los autos.

Corte a una secuencia muy kinky: un show donde hay mujeres bailando lúbricamente encima de automóviles. Uno de esos eventos para targets de perversiones muy particulares. Alexia baila sobre un Cadillac como si estuviera teniendo sexo con él (seguro que es un él, ya verán por qué). La cicatriz de la cabeza de Alexia solo añade una pizca más de monstruosidad a la escena. 

Titane_movie_of_the_year

Saliendo del trabajo a Alexia la acosa un seguidor que le dice que está enamorado de ella. Mientras empiezan a besarse, Alexia lo asesina de manera salvaje. La muerte del fan desencadena una serie de asesinatos que orillarán a la protagonista a huir. Pero, ah, me adelanto: antes es necesario que el coche la embarace.

Así que Alexia tiene sexo con el Cadillac. Cuando descubre que de su vagina sale un flujo de aceite de motor. Muy retorcido, ¿no? No han visto nada. La violencia que sigue a continuación casi hace que se nos olvide que los coches “eyaculan” por la palanca de velocidades. 

(Como a cualquier hija de vecino, el olor a aceite me pone de buen humor. Oigan, todo mundo tiene derecho a sus desviaciones. La escena del Cadillac fue un momento álgido en mi experiencia cinéfila).

Titane es como dos películas en hora y media de duración. Después de la ola asesina, Alexia huye y asume una nueva identidad: ahora es Adrien, un niño que lleva una década desaparecido y aparece adolescente frente a su padre, Vicent (interpretado por Vincent Lindon), el capitán de una estación de bomberos. Vincent, un hombre triste y suicida, encuentra en Alexia/Adrien un motivo para la vida. Abraza a esa aparición andrógina como quien se arrodilla frente a un espejismo. Sólo él no entiende que su “hijo” no es lo que aparenta.

Si bien las buenas cintas no buscan moralejas ni redenciones sencillas, Titane también tiene su corazoncito. El final es redención pura. Vincent, el gigante solitario, encuentra a alguien para compartir su vida y llenarlo de amor y ternura.

Es fácil comparar a Titane con Crash –la cinta de David Cronenberg, no el compendio de clichés raciales con Sandra Bullock que ganara un óscar–: el mismo principio del horror corporal, el erotismo de la máquina, la fijación incómoda de lo animal mezclado con lo muy sofisticado… Hay películas difíciles de ver, debo decir que Titane deja sentimientos cruzados, pero tiene que ser vista por todo cinéfilo. Es inolvidable.