Los Secretos de Dumbledore, o el capricho de J.K. Rowling

Han pasado casi 21 años desde el estreno de la primera película en la saga de Harry Potter que tomó por sorpresa a miles de niños y adultos. El mundo retratado por J.K. Rowling era deslumbrante, divertido y, gracias al talento del diseñador de producción, Stuart Craig (y claro también al director Chris Columbus), el cuento de Harry Potter tomó vida.

Tomó tanta vida que incluso hasta el día de hoy hay fanáticos que ni siquiera habían nacido cuando se estrenó la primera entrega.

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Gracias al éxito, Warner Brothers y la propia J.K. Rowling encontraron su mina de oro: no era suficiente quedarnos con la primera saga de 8 películas y 7 libros, había que seguir ordeñando esa vaca. Así surgen los Animales Fantásticos, películas que contarían la historia de Newt Scammander, profesor de Hogwarts y autor del libro homónimo.

Ya en su tercera entrega, Animales Fantásticos: los secretos de Dumbledore, aunque un poco más enfocada, sigue teniendo muchas oportunidades. No hay duda de que la película será un éxito en taquilla debido a su fiel audiencia, pero dejando atrás el fanatismo, es bastante sencillo percibir que la franquicia, three movies in, no tiene ni idea de lo que está haciendo.

 

¿Qué estamos viendo?

En Los Secretos de Dumbledore vemos por un lado a Grindelwald (ahora Mads Mikkelsen) quien sigue en búsqueda de adeptos a su combate contra los muggles, y por el otro a Dumbledore (Jude Law), quien, junto a Newt (Eddie Redmayne), su hermano, Jacob (el muggle, Dan Floger) y otros se unen para intentar detenerlo. Al mismo tiempo, conocemos un poco más acerca del pasado de Dumbledore y como repercute en su presente.

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¿Qué tiene qué ver esto con los Animales Fantásticos y las cintas anteriores? Exacto. Ese es justo el problema más grande esta saga. Por supuesto que hay escenas con animales, y por ahí hay un ciervo que de la noche a la mañana se vuelve muy importante, pero es muy evidente que estas escenas son relleno para seguir justificando el nombre de la saga.

De hecho, pudiéramos prescindir prácticamente de la mitad de la película y seguirla entendiendo por completo, ya que, en este punto, el tema de Dumbledore es bastante más interesante que las criaturas de Newt. El problema recae en que la película se divide 50-50 entre los animales y Dumbledore, por lo que es difícil entender quién es el verdadero protagonista.

Lo anterior es cortesía de nada más y nada menos que J.K. Rowling, quien debe entender que una cosa es escribir libros y otros guiones, y que, aunque hayan traído para esta entrega a Steve Kloves a coescribir (el escribió las primeras 8), todavía hay mucho camino que recorrer para enmendar la situación.

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El problema de la magia

Otro problema importante es el tema del uso de la magia, que si bien estamos hablando de un mundo donde con una varita puedes hacer prácticamente todo, sigue teniendo reglas, o al menos las reglas que se plantearon en las primeras 8 películas.

Durante Los Secretos de Dumbledore (y francamente durante toda la nueva saga) hay ocasiones donde las cosas pudieran resolverse rápidamente con un poco de magia y por algún motivo no se hace, y al revés: hay veces que la magia se vuelve inverosímil. Esto es muy triste porque precisamente esta noción de verosimilitud en cuanto al mundo mágico es lo que atrapó a muchos desde sus inicios: creer que lo que ves en pantalla es posible.

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Mucho de esta pérdida de verosimilitud viene además del abuso del CGI. Para los primeros 8 filmes la mayoría de los sets y los efectos eran prácticos y reales. Ahora, es triste ver los interiores de Hogwarts 100% digitalizados, perdiendo esa sensación de realismo aclamada por los fans.

Cambio de prioridades

Si bien Jude Law y Mads Mikkelsen están increíbles y es interesante conocer su pasado, son opacados por toda la paja a su alrededor. Es decepcionante que, a pesar de ya ir en la tercera de cinco películas de esta nueva saga, todavía se sienta que ni ha comenzado, y peor aún, que lo que parecía importante en las primeras dos, deje de serlo.

Para bien o para mal, los fans seguirán ahí, pero el uso del “estamos planteando cosas que van a servir para la siguiente película” ya es un truco bastante trillado.