C’mon c’mon, o el poder de lo sencillo

c'mon c'mon crítica

Conforme uno va creciendo, ciertos momentos dejan una pequeña huella en nuestra memoria. Recuerdo por ejemplo la primera vez que conocí una ciudad, un lugar, una persona. Todos estos momentos no son colecciones de fotos mentales; son imágenes vivas, llenas de sensaciones. Uno los puede reproducir como clips en la cabeza.

Esto viene a cuento porque recientemente vi dos películas que dejaron esa huella. La primera fue Belfast (Branagh, K., 2021), una historia que narra a su vez memorias de infancia de alguien con el que comparto la etiqueta de migrante. Más allá del gran trabajo actoral, el mensaje que me dejó es que la pertenencia de tu patria se va contigo donde vas, incluidas las personas que dejaste allí.

La otra es una película que vi en un avión. Aunque el formato dista mucho del ideal (amén de pantallas muy pequeñas, niños corriendo por los pasillos y vecinos roncando), la película logra atraparte por la magia que sucede en sus dos horas de duración. Se llama C’mon c’mon (Mills, M., 2021). 

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Un poema

Esta película es un poema. Un poema con momentos profundos pero plasmados sin complicaciones, que habla de familias a las que uno podría conocer o pertenecer. De personas “simples”. Habla de padres, hermanos, madres y niños viviendo lo mejor que pueden su día a día. En sí, la película se centra en la vida nada excepcional de 4 personas durante más o menos un mes.

Y sin embargo cada momento de esta película es entrañable. Los diálogos entre dos hermanos distanciados, entre el esposo de una  de ellos (interpretada por Gaby Hoffman) y su hijo; pero sobre todo entre ese hijo  (interpretado magistralmente por  Woody Norman) y su tío  (un Joaquin Phoenix sin pretensiones) nos expresan ideas profundas normalmente difíciles de transmitir cómo los sentimientos. La cámara nunca busca lucir, aunque de vez en cuando regale tomas panorámicas de las ciudades, normalmente es bastante sobria y enfocada en sus protagonistas.

 

La labor de ser padre

Pero no solo la hacen mediante la actuación de las palabras incluidas en el guión, sino que el lograr transmitir esas emociones mediante lenguaje cinematográfico es lo que vuelve la película sobresaliente. Y cálida. Y sincera. Un ejemplo de esto es la narración que Phoenix hace del libro Star Child” (Nivola, C., 2014) durante una escena. El libro para niños (bastante difícil de encontrar impreso), es por sí solo maravilloso. Sin embargo, el montaje que le acompaña en pantalla hace que las múltiples escenas  conecten y hagan aún más emotivas cada frase del texto. Joaquin termina la narración en la escena con un “…this fucking book!” y uno no puede sino coincidir secando una lágrima como él. 

C’mon c’mon

Reflexiones similares con la labor incansable de ser padres, sobre todo el incomprendido rol de la madre, están reflejadas casi a cada momento. La reflexión será válida para los que tengan hijos pero incluso también para los que no, porque en ningún momento juega a dar por sentada la superioridad moral de serlo. En todo caso, te hace consciente de la indefensión de quien elige y quiere volverse padre; pero también de lo satisfactorio que puede llegar a ser.

 

Niños reales

Otra cosa sobresaliente es lo interesante de la visión de la vida desde la perspectiva de los niños. Mediante entrevistas hechas como parte del trabajo del personaje de Phoenix, que consiste en grabar diálogos con múltiples niños y adolescentes, nos van guiando por las esperanzas, los miedos y las preocupaciones de una generación de niños estadounidenses en el que muchos sorprenden por su claridad y franqueza. Quizás son tan impresionantes porque sus opiniones son atendidas desde el respeto por parte de los entrevistadores.

Y pese a todo, la gran valía de la película es no tener un desenlace forzado, ni uno que busque ser épico. No es moralizante ni grandilocuente, porque es una historia de personas comunes. 

Lo que película te deja es lo que tú te quieras llevar, como esas pequeñas recomendaciones de qué hacer ante el estrés, o reconocer que está bien que algo está jodido y que sea lógico al mismo tiempo. O que es difícil decir lo que uno siente, pero que si uno lo hace, ya ha logrado algo bueno.

Sin duda, repetiré la experiencia en una pantalla de cine cada vez que pueda.

C’mon c’mon ya se puede ver en plataformas.