Beau Is Afraid: el excesivo tercer largometraje de Ari Aster

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Beau Wassermann (Joaquin Phoenix) es un hombre de mediana edad que sufre de ansiedad, y probablemente esquizofrenia paranoide. Su psiquiatra (Stephen McKinley Henderson) le receta una nueva medicina para controlar sus síntomas, los cuales se han disparado ante la próxima visita que debe hacer a su madre (Patti LuPone) por el aniversario luctuoso de su padre.

Aunque la premisa suena sencilla, el tercer largometraje del director y guionista Ari Aster, Beau is Afraid (2023), es una película poco común en su estructura -se puede dividir en cuatro capítulos y un epilogo- que resulta una mezcla heterogénea de ideas, sintiéndose como varias películas de calidad dispareja en una sola, llena de alegorías y metáforas, de las cuales no todas son efectivas.

 

Deleite de Freud

Si bien Aster ya puede considerarse como un autor, el problema con el llamado maestro del horror elevado – aunque sus cintas sean más melodramáticas que de horror- es que apenas en su tercer película ya se encuentra repitiendo encuadres y temas de sus obras previas, especialmente en sus cortometrajes, pero sin aportar nada más, aunque, seguiría siendo el deleite de Sigmund Freud.

El primer acto de Beau is Afraid, es de lo mejor logrado de la película, establece de manera rápida y efectiva la condición de Beu. Nos muestra cómo es su vida, que no es un narrador confiable y el inicio de su odisea para llegar a casa de su madre. Además, se agradece el cameo de Bill Hader, quien, con pura voz, logra transmitir la angustia de la tragedia que acaba de presenciar.

 

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Viejos trucos

Sin embargo, desde este punto, ya está lo repetitivo de Aster, pues estamos viendo una nueva versión de su cortometraje Beau de 2011 (aunque sin pata peluda), su obsesión con familias disfuncionales y abusivas que ya ha tocado en The Strange Thing About the Johnsons (2011) y Hereditary. 

En el segundo vemos inspiración tomada de Misery (Reiner, 1990), junto a nuevos personajes de apoyo, resaltando Grace (Amy Ryan) como una figura maternal y Toni (Kylie Rogers) una adolescente que funciona muy bien como contrapeso a la pusilánime (aunque entendible) actitud de Beau.

El tercer acto es una obra de teatro, la cual nos remite un poco a Dogville de Lars von Trier pero con una gran paleta de colores. Después del primer acto, esta es la mejor parte de la película. Es una secuencia que vale la pena verse en IMAX.

Otro punto para destacar del tercer acto es la actuación de Phoenix, si bien logra cargar con toda la película, esta es la única parte de la cinta en que, si se puede apreciar algo distinto, y no que este interpretando de nuevo a Arthur Fleck de Joker (Phillips, 2018) 

El cuarto acto tiene un giro de tuerca que es bastante predecible, sin embargo, el shock que debía provocar, se consigue con el personaje de Parker Posey. Lamentablemente, Aster repite dos de sus obsesiones: un tema que parece tener con los genitales, (The Turtle’s Head , 2014), y con los áticos (Hereditary, 2018) . Habría sido más interesante que se ahondara más en la posibilidad de que Beau fuera un asesino serial.

 

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Obra fallida

La parte final y que funciona como epilogo, es quizás el único momento en que se siente pesada la película, y aun así, es de admirar la forma en que el espectador puede sentir el miedo y desesperación que Beau está sufriendo.

Gracias al renombre ganado en tan poco tiempo, la productora A24 le otorgo al director total libertad creativa, dando como resultado una película de tres horas que termina siendo una obra fallida (quizás debió mantener su título original Disappointment Blvd),  saturada y cuyos grandes momentos se ven opacados por los malos.

A pesar de todo, se agradece que aún haya directores que se sigan arriesgando y productoras que les den los medios para lograr sus proyectos, solo esperemos que aprendan a controlar mejor su ego, antes de que terminen como Josh Trank.