Mad Men: revisitando una de las mejores series en la historia de la televisión

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La nostalgia es delicada, pero también potente […]. En griego, “nostalgia” significa literalmente “el dolor de una vieja herida”. Es una punzada en tu corazón, mucho más poderosa que la memoria sola. Este aparato no es una nave espacial. Es una máquina del tiempo. Puede ir para atrás, para adelante; nos lleva a un lugar a donde ansiamos volver.

 

Don Draper, presentando el discurso para el proyector de diapositivas de Kodak. Temporada 1, episodio 13, “The Wheel”.

 

Las fotos de la familia de Don, su boda, el picnic con su esposa, sus hijos. Todo va entrelazado con ese discurso, de los mejores de la serie, y eso ya es decir mucho para tratarse sobre un show de publicidad. Sin embargo, Mad Men es mucho más que solo eso. El tiempo juega un papel fundamental, pues son los eventos históricos los que van marcando la pauta para los personajes y todos los cambios que ocurren en sus vidas. Nosotros vamos cambiando con ellos, evolucionando con unos, cayendo con otros. Ninguno de ellos es el mismo cuando acaba la serie. Nosotros tampoco.

Máquina del tiempo

El tiempo sin duda jugó un papel importante para mí en mi travesía con Mad Men. Fue un asunto de madurez, pues ya había intentado verla varias veces, pero no podía soportar el machismo de los primeros episodios. Después de haber alcanzado cierta edad, pude entender que la misma serie es una máquina del tiempo, como el proyector de Kodak. Nos lleva a una época que no vivimos, nos la presenta tal y como era, con todo lo que eso significa. Depende de nosotros, los viajeros en el tiempo, dejar atrás nuestros aprendizajes del siglo XXI y apreciar la oportunidad de compartir el espacio con personajes de la época de los 60.

Esto no se logra fácilmente en cualquier serie. No todas pueden ser una máquina del tiempo. Parte de lo que hace a Mad Men tan especial es el cuidado con el que el diálogo está escrito. Es buena literatura. Se lo debemos a Matthew Weiner, creador de la serie, quien también participó en dos temporadas de la magistral Los Soprano (1999, 2007). El vestuario y maquillaje también son impecables, desde los delicados vestidos de Betty Draper (January Jones) hasta los clásicos trajes con sombrero de los Mad Men, pasando por los atuendos despampanantes de Joan (Christina Hendricks) y Megan Calvert (Jessica Paré).

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El magnético Don Draper

Ahora, no es suficiente tener un buen guion y un vestuario adecuado. No, en Mad Men hay algo más. Las actuaciones, por supuesto, son de primer nivel.  Resalta, evidentemente, la de Jon Hamm como Don Draper, el hombre que todos querríamos ser, pero ni él mismo sabe quién es. No existe, realmente, un Don Draper. Un personaje con miles de capas, con un magnetismo que te obliga a buscarlo siempre en pantalla, aunque no aparezca a cuadro.

¿Dónde está Don? El show es Don. Un alma torturada, un hombre solo. Ambicioso, cautivador, brillante, de una belleza casi insoportable. Criminalmente, Hamm recibió el Emmy solamente hasta la última temporada de la serie. Pero bueno, premios aparte, es de los personajes más relevantes de la historia de la televisión, y el trabajo de Jon Hamm pasará a la historia.

Es un fenómeno interesante el de Don Draper, comparable tal vez con personajes como Tony Soprano, Walter White o incluso Kendall Roy. Si lo piensas, son hombres ricos, crueles, adúlteros incluso, que francamente llegamos a detestar. Pero están tan bien escritos (y dicho sea de paso, contamos con un toque de misoginia internalizada), que no podemos evitar quererlos, buscarlos, otorgarles un protagonismo incluso mayor al que tienen por default.  Ah, maldita sea la suerte de los hombres blancos.

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Sin embargo, Mad Men no es solamente la historia de Don Draper. A pesar del magnetismo de este personaje, hay muchos más personajes que cobran importancia y que representan, a su vez, tantos momentos y tantas emociones de la vida de cualquiera. Desde el joven Pete Campbell (Vincent Kartheiser), quien tiene una increíble capacidad de ser irritante pero luego se transforma, física y emocionalmente. Él es la avaricia, la envidia, la madurez.

Roger Sterling (John Slattery), el personaje que representa a la generación formada por la Primera Guerra Mundial. Cautivador, profundo, emotivo, muchas veces el elemento humorístico de la serie, y muchas otras, el corazón. Lane Pryce (Jared Harris), la invasión británica, la ambición, la culpa, la familia. Todos ellos juntos forman una fuerza innegable que va más allá de su capacidad de llenar bolsas de basura completas de botellas vacías de alcohol. Son hombres “antiguos”, tal vez, pero que engloban emociones y etapas que todos hemos de vivir. Mad Men, irónicamente, también es atemporal.

 

Las mujeres

Por otra parte, yo considero que gran parte de Mad Men es la historia de las mujeres. Mientras vemos a Don Draper caer, como ya lo habían predicho los créditos iniciales, al mismo tiempo hay lugar para las historias de resiliencia de sus compañeras. Empezando con Joan Harris (Christina Hendricks), quien comienza siendo simplemente la secretaria ejecutiva. Su historia está llena de tragedias, de pérdida, de adaptación. Y después nos dan a entender que finalmente está en donde siempre tuvo que estar: hasta arriba.

No destaca solamente por su belleza, o por ser la “Venus” de Sterling Cooper. Joanie es de las pocas empleadas que se atreve a hacerle frente a Don. Es una mujer que conoce el dolor, la soledad y la injusticia. Y he ahí la novedad de este personaje. A pesar de que es “fuerte”, no la presentan como víctima ni como alguien que se la vive odiando a los hombres. También tiene una gran necesidad de amor, y está dispuesta a estar sola, antes que vivir uno indigno.

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La primera esposa de Don, Betty, representa la verdadera tragedia en la serie. Con una gran belleza, pero una mucho mayor desdicha, Betty es un reflejo de la imposibilidad de Don de estar solo. Y no solo eso, pues también es la madre abnegada pero profundamente infeliz, la paciente traicionada de un psiquiatra en un tiempo donde aquello era visto con muy malos ojos, la que lleva encima un duelo no vivido por su madre. Al final, vemos que comienza a acariciar la felicidad, cosa que creímos que sería incapaz de experimentar, pero no alcanzamos a vivirlo con ella.

Otra interesantísima mujer es la que vemos crecer frente a nuestros ojos: Sally Draper. Comienza como la adorable hija, quien se emociona al recibir a un perrito, cuya madre les dispara a las palomas del vecino, y cuyo padre no llega con su pastel de cumpleaños por andar de vago. La vemos experimentar el duelo al perder a su adorado abuelo a una muy temprana edad.

Al final del día, ella es el adulto de los Draper, quien juzga a sus padres y se niega a ser tan frívola como ellos.  Ella es la generación de los boomers, quienes crecieron con la televisión como sus nanas y experimentaron la transformación violenta de su país, negándose también a ser parte de una guerra innecesaria más. La serie nos da la oportunidad de conocer a diferentes generaciones desde sus propios puntos de vista; nos invita a conocerlos, a entender un tiempo que no vivimos. Ah, Sally, ojalá todos los boomers fueran tan cool como tú.

El caso Peggy

Y si estamos hablando de las mujeres de Mad Men, no podemos dejar de mencionar a Peggy Olson. Más que la discípula de Don, yo siento que es su alter ego, porque un talento como el suyo no es algo que se aprende, es algo que se trae. La verdadera historia de éxito de la serie es la suya, la de una mujer que se reinventó y cuyo final es el único verdaderamente feliz. Valiente, inteligente y asertiva, tomó el consejo de Don: salió de ahí y continuó con su vida. It will shock you how much it never happened.

Peggy comenzó siendo la chica nueva, y es que en realidad sí era nueva: un nuevo tipo de mujer, que en realidad siempre existió, solo que en ese tiempo, estaban empeñados en hacerla invisible. Y en eso, halló su lucha.  Trabajadora y ambiciosa, cambia junto con el tiempo en el que vive. No es coincidencia que el episiodio donde presenta la campaña más importante de la compañía, sea el mismo de cuando el hombre llega a la Luna. Nadie de sus congéneres logra entenderla realmente, pero nosotros, viajeros en el tiempo, sí podemos. Peggy pertenece más a nuestro tiempo que al suyo. Y verla navegar esta anacronía es un absoluto deleite.

 

Una serie exigente

Esta es una serie que le exige al espectador. En muchos capítulos aparantemente no pasa “nada”, pero en realidad están sentando las bases para lo que vendrá después, o dándole sentido a lo que vino antes. Es profundamente conmovedora, en ocasiones filosófica, en otras verdaderamente graciosa. Tiene momentos de pena ajena (zou bisou bisou…), de profundo dolor, de shock. Y, dicho sea de paso, no es necesaria la aparición de dragones, ciudades quemadas, ni un matadero de los personajes de los que te encariñas. No, esto va más allá. Esta simplemente es buena televisón.

Mad Men terminó hace 6 años. Yo la terminé hace 4 meses. Sigo pensando mucho en ella. Antes de que la acabara, ya la extrañaba. Fue muy difícil llegar al final, pues los últimos capítulos estaban inyectados justmente de esa famosa nostalgia por las primeras temporadas. Mi viaje en el tiempo llegaba a su fin. Dejando de lado polémicas y discusiones, disfruté mucho la conclusión de la serie porque nos daba un poco de esperanza, una conexión de este mundo inmundo con el de Don Draper. Pudo haber existido, él pudo haber sido responsable de esa canción pegajosa y ese comercial tan famoso. Desde entonces, encuentro pedazos de los personajes en personas de la vida real, o los busco en otras ocasiones.

Mad Men llegó a mi vida en el tiempo justo. Solo deseo que a más personas les ocurra lo mismo, que descubran la grandeza de esta serie y se unan a las filas de viajeros que ahora sentimos nostalgia por un mundo, una sociedad y una historia que no vivimos necesariamente, pero que nos mantuvo interesados hasta el final. Ahora que está tan de moda la nostalgia, es momento de revisitar estas series que justamente se basan en ella, pero sin zalamerías, ni efectos baratos ni fan service.

Escribo esto para invitarlos a descubrirla, (o re-descubrirla), y porque sigo disfrutando del dolor de esa herida que surgió cuando acabé esta serie. Y también porque no quiero olvidarme nunca de lo que vi.