ER: un clásico de la televisión que sigue vigente

Disponible en HBOMAX, ER es un clásico de la televisión que ha envejecido bastante bien. Sigue siendo nuestra serie de doctores favorita.

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Para los que crecimos en los años noventa, Michael Crichton fue uno de los autores de nuestra infancia. No solo le debemos las novelas que inspiraron la saga de Jurassic Park, también gracias a su buena pluma tuvimos ER (de la cual todos los episodios pueden verse en HBO Max). 

 

La emergencia en primera fila

Si bien es cierto que existe en la televisión estadounidense un largo repertorio histórico de ser médicas, desde telenovelas o soaps como General Hospital, hasta clásicos como Doctor Kildare y bodrios que no se deciden entre una cosa o la otra como Grey’s Anatomy, ER se destaca por la complejidad narrativa y visual. Increíbles sus planos secuencia en las salas de operación donde la steadycam era el instrumento para retratar con emoción y precisión lo que hacen los médicos en situaciones en las que está en juego la vida del paciente.

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ER es una de las series más respetadas de la televisión gringa. Antes de lo que llamamos la Era Dorada de la televisión—esos años entre el 2000 y nuestra actualidad en los que las series ocupan en el imaginario colectivo el sitio que tuvo el cine durante un siglo—, ER se convirtió en un dechado de buen entretenimiento no ajeno a la exploración psíquica profunda de sus personajes: las emociones, las debilidades, la gloria de ser médico o enfermero de urgencias en un hospital público de una ciudad tan diversa e inabarcable como Chicago.

Michael Crichton creó la serie a partir de sus recuerdos juveniles como estudiante de medicina. Si bien prefirió escribir que usar el estetoscopio, Crichton siempre tuvo en buena estima a los médicos y ejerció sus dotes de observación para escribir, en la soledad de su dormitorio universitario, cuentos protagonizados por diferentes personajes que le venían a la cabeza. Los médicos de ER existieron 20 años antes de que llegaran a la pantalla.

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Los doctores favoritos

Durante años ER fue mi telenovela. Cada semana lo primero que hacíamos mi psiquiatra y yo hacíamos antes de entrar en sesión era comentar el último episodio. Diana, mi terapeuta—ella misma había tanteado en su juventud la medicina de urgencias—, tenía siempre la aclaración oportuna sobre términos y situaciones médicas, pero lo verdaderamente divertido era compartir quiénes eran nuestros héroes de cada momento. 

La mía era (es) la doctora Kerry Weaver (interpretada por Laura Innes), una guerrera, ambiciosa, casi un bruja, siempre escalando posiciones, la más nerd de la planta médica, la niña aplicada del salón. ¿Por qué es cool? Porque a pesar de tener que usar un bastón para moverse, nada ni nadie la detuvo. Kerry no puso las reglas de su propio juego y sin embargo siempre supo sacar la mejor mano de la baraja. Un icono feminista mucho más poderoso para mi imaginación de adolescente que la Carrie Bradshaw de Sex and the City.

Mi otro favorito: el doctor Mark Greene (Anthony Edwards). Mark comienza siendo un bonachón casi insoportable y evoluciona hasta convertirse en un antihéroe casi cínico y al final vuelve a su bondad inicial, una bondad raspada y cansada, pero finalmente virtuosa.

Mi psiquiatra se decantaba por John Carter (Noah Wyle, el protagonista de facto de la serie), un joven médico que llega a la sala de urgencias como un estudiante que ni siquiera sabe poner una aguja de suero y acaba convertido en el centro dramático a lo largo de las quince temporadas del show. Carter es valiente y entregado, un médico idealista que quiere primero conocer la historia de sus pacientes antes que hurgarles los órganos. 

 

Revisitando la serie

No son pocos los personajes y momentos memorables de la serie. Para escribir este texto me puse a ver de nuevo la serie y fue como volver a fumar: el amor seguía ahí, bocanada tras bocanada (es retórica, no fumen). Noté algunas cosas que en mi infancia y adolescencia me habían pasado por encima de la cabeza. Por ejemplo, que Quentin Tarantino dirigió un episodio en la primera temporada—“Motherhood”— o que George Clooney, el pediatra con el que sueñan todas las mamás, en un episodio atiende a un personaje interpretado por su tía, Rosemary Clooney.

Clooney fue uno de los primeros actores televisivos de los 90 en dar el paso exitoso al cine. Durante seis temporadas protagonizó como el doctor Doug Ross, un típico rebelde adorable que en el primer episodio de la serie llega borracho a trabajar. Clooney y Juliana Margulies fueron la power couple del programa, el romance por el que todos aclamábamos los encuentros secretos en el gabinete de medicinas. Fue muy triste cuando Doug se fue.

 

El final

En realidad, ya en retrospectiva, dejé de amar ER por ahí de la decimosegunda temporada. Edwards y Clooney habían salido del reparto, el personaje de Innes pasaba por un impasse dramático y la llegada de nuevos médicos, uno más olvidable que el otro, me decepcionaron. De pronto la escritura era blanda y desordenada. 

Pero, no obstante, debo decir que en esta revisión mía me di cuenta de que las temporadas entre la 13 y la 15 tienen sus propios momentos entrañables. El mejor: el regreso de Carter a Chicago ya como un médico curtido, pero nunca cínico. O la salida del clóset de Weaver, con un beso apasionado a su novia en medio del caos de la sala de urgencia. 

Volví a enamorarme de ER como si la hubiera visto por primera vez. Un clásico es decir poco. ER, a una década de distancia de su último episodio, sigue siendo tan vital como en los noventa. Gracias, Michael Crichton.