The Grey Man: la licuachela de las cintas de acción

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Ahora que están tan de moda, sería preciso decir que The Grey Man (USA, República Checa,2022) es la “licuachela” de las películas de acción. Y es que esta cinta busca afanosamente tener todo: la audacia de Jason Bourne, la habilidad y el carisma de John Wick, el arrojo y el buen cine de Misión Imposible, la mística del cine de Refn y, aunque lo niegue, lo que más quiere en esta vida es ser un James Bond, pero uno deslavado y correcto, acorde para los nuevos tiempos de harto puritanismo.

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Es por ello que el héroe en esta cinta no es un 007, sino un 6, simplemente Seis. La parquedad de Ryan Gosling le viene bien al personaje: un hombre cuyo padre lo torturaba (suponemos que para volverlo un buen agente secreto), y que terminó de delincuente. Ya en la cárcel es rescatado por un muy pulcro Billy Bob Thornton (al que siempre da gusto ver). Ahí le propone otorgarle su libertad a cambio de volverse un agente secreto al servicio de los gringos.

Su nombre clave será Seis, y a diferencia de Bond, este agente no bebe, no fuma, no sonríe, y por supuesto no se encama a nadie. Todo lo contrario, una de sus primeras misiones es cuidar a la hija del jefe (que tendrá unos 12 años) cuya identidad ha sido expuesta y por lo tanto está a merced de que algún maloso (de los no pocos que odian a su padre) quiera matarla.

 

El USB-McGuffin 

Pero eso fue hace muchos años. La película inicia con una misión donde Seis tiene que matar en una fiesta a un tipo, ¿por qué?, pos porque es malo y además tiene un USB con cosas malas. O al menos eso le dice su jefe, un muy trajeado y egresado de Harvard Regé-Jean Page.

Gosling, frío y calculador como siempre, está a punto de cumplir su misión pero resulta que cerca del malo hay un niño. “No puedo matar niños” dice Gosling, total que la operación sale mal pero Seis se queda con el USB.

Al analizar su contenido entiende que está en peligro y tendrá que huir. Se convierte en el hombre más buscado y el principal de sus acosadores será un caricaturesco agente externo (Chris Evans, divirtiéndose en su papel de malo muy malo) quien lo perseguirá por todo el planeta, no importando a cuantos cristianos se escabeche en el camino con tal de recuperar el tan mentado USB.

 

Acción y más acción

No lo voy a negar: la película no aburre, sobre todo porque los Russo (también guionistas, basados en un libro homónimo escrito por Mark Greaney) entienden que en este juego de las películas de balazos, mientras menos bla bla bla, mejor. 

Así, los diálogos de exposición se mantienen al mínimo y las escenas de acción suceden casi una tras otra, aunque casi todas van de lo mismo: ver como Seis entra a un lugar super vigilado o se escapa de un lugar super vigilado, o de una trampa, o de un tren, etc.

La escena más compleja y llamativa es una donde, esposado a una banca en una plaza de Praga, es perseguido no por uno, ni dos, sino tres equipos de matones con tremendas fuscas, autos, motocicletas, you name it. Pero nuestro hombre de acción es tan efectivo que ni así lo pueden capturar. Increíble.

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Doscientos millones de nada

Contrario a las declaraciones recientes de los hermanos Russo donde afirman que eso de que el cine se debe ver en una enorme pantalla de cine es una patraña de gente rica privilegiada, considero que esta película habría lucido mucho más en cines. Innegablemente sus escenas de acción están bien filmadas, a veces son ambiciosas (la ya mencionada secuencia en Praga), aunque ninguna resulta particularmente memorable, al menos no por el grado de dificultad, sino todo lo contrario, si acaso nos acordaremos de alguna es por lo inverosímiles que resultan.

Por que seamos honestos: todos recordaremos a Ryan Gosling por su baile en una banca cerca del Observatorio Griffith (La La Land), lo recordaremos moliendo a martillazos a un individuo dentro de un elevador (Drive), e incluso lo recordaremos sin camisa emulando junto con Emma Stone el baile de Dirty Dancing (Crazy, Stupid, Love), pero nadie lo recordará cuando se salvó de una megabalacera mientras estaba esposado a una banca en Praga.

Y esto es un problema porque The Grey Man costó la friolera de $200 millones de dólares. Esto la convierte en una de las películas más caras (¿la más cara?) que ha producido Netflix, y supongo es una de sus cartas fuertes como para evitar la fuga de suscriptores que han tenido en el último trimestre.

 

Franquicia a billetazos

Resulta obvio que, por la cantidad de clichés, el tono, los one liners metidos con calzador y el gasto apabullante de dinero (que francamente no se ve por ningún lado), el objetivo es crear una franquicia. 

Pero una franquicia no se logra a base de billetazos (o tal vez sí, pero les va a salir carísimo), porque al final, ¿qué tienen en común Misión Imposible, Mad Max, FF o incluso Bond?, que son sagas que se arriesgan. Nadie le gana a Tom Cruise en cuanto a escenas de acción se refiere, nadie podrá superar la belleza oceánica de las tomas de Mad Max Fury Road, a nadie se nos olvidan los stunts estúpidos (pero memorables) de la saga FF,  y nadie olvidará el Bond de Craig, que es el que más riesgos ha tomado en la historia del 007.

The Grey Man es una cinta palomera de fin de semana, pero que en realidad no toma riesgo alguno. Es una cinta que como muchas que pasan por Netflix, parece hecha pensando más en el algoritmo y en lo políticamente correcto que en las ganas, ya no digamos de hacer cine, sino de contar al menos una buena historia.

Aquí el único riesgo que corre Netflix es el de entregar tanto dinero y no darle (o al menos no parece) un seguimiento a qué carajo se está haciendo con ese dinero.

Armas, Ana de Armas

Gosling lo hace bien como parco hombre de acción, pero los Russo no parecen ser los indicados como para darle gravitas a su personaje (eso ya lo hizo, y con éxito, Nicolas Winding Refn). 

La única luz brillante en The Grey Man es Ana de Armas, quien demuestra una vez más que tiene todo para convertirse en la siguiente agente 007. Vamos, Barbara Broccoli, ¿qué esperas para que esto suceda?. De favorcito.