Nevenka, una historia actual de hace dos décadas

Nevenka

Para mí, el cine y la televisión son una fuga, una suerte de escape del “mundo real” en el que sé que lo que pasa en la pantalla, aunque se acerque, no cuenta la historia de seres humanos de hueso y carne.

Por eso no soy devota de los documentales. Cuando los veo, generalmente, me mueven más allá del disfrute de una historia.

Hoy te cuento sobre Nevenka, la serie documental de Netflix, desde la voz de una mujer que, muy joven, fue víctima de abusos sexuales. Me gusta pensar que me sobrepuse. Tengo una entereza emocional que me ha permitido reconciliarme con mi pasado y estar de acuerdo con mi presente, sin embargo, los caminos sinuosos por los que he llevado mi vida han estado marcados, sin duda, por esa experiencia traumática de mi infancia.

Esa historia la conté a detalle en un libro que (afortunadamente) está en la biblioteca del olvido, pero cuando veo historias como la de Nevenka, la sangre me burbujea y la duda me taladra el corazón.

 

OCHO EME VEINTE VEINITUNO

El 8 de marzo, la exigencia es cada año más fuerte y está fundada en argumentos robustos. En el mundo se pide seguridad y piso parejo. Romper un pacto que privilegia a la mitad de la población del planeta por sus genitales.

En algunos países, la exigencia es más incendiaria y dolorosa, porque no se habla sólo de equidad en puestos de trabajo o en funciones directivas, de condiciones paritarias en la vida pública o compartir responsabilidades en la vida privada.

La demanda duele más porque está vestida por feminicidios, desapariciones, indiferencia, por la descalificación institucionalizada y el señalamiento de golpista de toda aquella que levante la voz por la hermana asesinada, la hija desaparecida, la amiga golpeada.

En ese mundo, hay quienes no entienden que ese pacto existe, y lo perpetúan poniendo en espacios de poder a agresores sexuales, a hombres con negras historias de arbitrariedad, impunidad y violación. Eso duele, ofende y marchita.

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NEVENKA

Mientras la apuesta fuerte de Netflix para entrar al 8M fue la interesante cinta adolescente Moxie, estrenó también una serie documental española, que cuenta la historia de Nevenka Fernández, una joven inteligente, trabajadora y hermosa que es invitada por el Partido Popular, en un municipio llamado Ponferrada, en Castilla y León, España; para ser concejala del Ayuntamiento, donde vive la pesadilla de ser acosada por el alcalde, Ismael Álvarez.

Ella denuncia al acosador en 2001 y el asunto se vuelve relevante por ser la primera mujer en ganar un juicio por acoso sexual en España. Pero no te preocupes, no te estoy arruinando la experiencia con spoilers, eso queda planteado desde los primeros momentos de la serie documental de tres capítulos breves (se ve mucho más rápido toda la serie que el Snyder Cut); el desarrollo del documental es cómo Nevenka te cuenta aquella historia del 2001, veinte años después.

Si bien el veredicto fue el correcto: Culpable. La condena y las repercusiones pintan de cuerpo entero el pacto patriarcal por el que ahora se reclama a gritos. También las primeras escenas te dejan claro que, aunque los tribunales hayan concedido la razón a la víctima, Ponferrada, el pueblo, el que decide, el bueno, el que vota. También emite un veredicto.

 

NO ES LO MISMO LOS TRES MOSQUETEROS…

Lo desolador es que veinte años después, aún en la cresta del tsunami del #MeToo y en plena era de las cancelaciones, en los pasillos de los palacios y oficinas públicas, en la selección de candidatos y liderazgos (en todo el mundo) sigue prevaleciendo una visión que exculpa a los hombres violentadores, que traslada la responsabilidad a las víctimas, que acusa a quien denuncia, de ser parte de un aparato perverso y que, en la mayoría de los casos, deja en la impunidad y mantiene en el poder a los violentos y desplaza y condena al anonimato a las denunciantes.

A veinte años, vemos a una mujer madura, fuerte, feliz, desplazada de su país y de su posible trayectoria política. Se reivindica, habla bien, se planta a contar su historia y nos deja claro lo que fue y no debería seguir siendo. Nos entusiasma a enfilar proyectores a todos los palacios y dar mensajes, evitar más Nevenkas y cerrarles el paso a más alcaldes de Ponferrada.

Me queda una duda. Si esa mujer -joven, inteligente y bella- hubiera sido respetada, si le hubieran dejado hacer su trabajo sin convertirla en presa ni expectativa de trofeo de nadie, ¿Quién sería hoy? ¿Qué habría podido hacer por Ponferrada una mujer brillante y trabajadora?

No lo sabemos, como no sabremos nunca que habrá sido de tantas que, desde nuestras historias y reconstrucciones, hemos vivido para sanar nuestro trayecto. Por eso esto no lo escribo desde una voz ajena y objetiva, sino desde el coraje, la rabia y la impotencia de la experiencia propia.

Hay que ver Nevenka, hay que aprender de ella.