Moonfall: el nuevo desastre de Roland Emmerich

La idea sonaba espectacular: ¿qué pasaría si la luna se estrellara contra la tierra? El problema es que en Moonfall no es precisamente eso lo que vemos.

Invasión alienígena, cambio climático, profecía Maya. A Roland Emmerich no le falta imaginación cuando se trata de destruir al planeta. Justo cuando pensamos que ya no había otra forma más espectacular de destruir la tercera roca después del sol, Emmerich regresa con una nueva y brillante idea: que la luna se estrelle contra la tierra.

Emmerich es un cineasta de una sola nota, pero a pesar de sus obvias limitaciones, el director puede presumir un lugar en la historia del cine gracias a un sólo fotograma: el de la Casa Blanca explotando en mil pedazos

Aquella imagen habla no sólo habla del poderío técnico de Hollywood, sino que además era el reflejo de las peores pesadillas del mundo occidental (mismas que, en un oscuro giro del destino, se harían realidad el 11 de septiembre de 2001).

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Idea genial

Así, la idea de que Emmerich destruyera el planeta aventándole encima la luna sonaba prometedor. Y es que si bien (como todo buen autor) Emmerich entrega siempre la misma película, hay cierto encanto en su delirio destructor usualmente inclinado a la demolición de monumentos históricos (la Torre Eiffel, el cristo de Corcovado, la Casa Blanca) y la casi catártica destrucción de ciudades icónicas como Los Ángeles, Nueva York, Río de Janeiro, París, todo ello aderezado de diálogos horribles pero cursis/emocionantes que evocan siempre al heroísmo (a veces patriotero) más básico.

Lo anterior obviamente es un halago, el de Emmerich es cine escapista que no tiene miedo de serlo, un cine que no huye del absurdo sino que lo abraza con todo y sus consecuencias. Un cine capaz de gastar millones en secuencias de destrucción que no solo se ven bien, sino que implican una pérdida irreparable: despídanse del Empire State porque es la última vez que lo verán de pie.

En Moonfall (Estados Unidos, 2022) están presentes todos los tics propios de su cine (muchos robados al cine de desastres): la historia ligada siempre a una familia disfuncional, el estado respondiendo tarde o mal (mientras que las fuerzas del orden como policía, médicos y bomberos, siempre al tiro), un conspiranoico que profetiza la crisis pero que nadie le cree, y medios de comunicación que nunca dejan de narrar el desastre.

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Nuestros héroes

KC Houseman (John Bradley) es un fiel creyente de que la Luna no es un satélite natural sino que se trata de una estructura hueca creada por los extraterrestres. Pero aguante, no ponga su cara de whaaaat aún, porque la gran bronca es que (como era de esperarse), KC tiene razón: la luna es una megaestructura que sepa dios cómo es que flota, sepa dios por qué gira alrededor de la tierra y sepa dios por qué puede incluso “leer mentes”.

Ante ese panorama lo demás es lo de menos. La cosa es que Houseman empieza a hacer cálculos a partir de números recopilados por la Nasa y se da cuenta no sólo que tiene razón sino, lo más alarmante, la evidencia indica que la luna se acerca rápidamente a la tierra.

Halle Berry (quien al parecer ya es capaz de entrarle a lo que sea) y Patrick Wilson son dos ex astronautas y serán los únicos (junto con el conspiranoico) que podrán salvar la tierra.

 

Promesa incumplida

Nadie acude a Emmerich esperando gran cine, lo que uno espera es un gran espectáculo, un What If con mucho presupuesto filmado a escala masiva. El problema con Moonfall es que no respeta sus propias reglas: esto no es una cinta sobre qué pasaría si la luna se precipitara hacia la tierra, esta es una película sobre qué pasaría si la luna no fuera un satélite sino una estructura creada por alienígenas.

El guión de Emmerich (escrito a seis manos junto con Harald Kloser y Spenser Cohen) se entrampa a sí mismo en la necesidad de explicar las razones por las cuales la luna está por caernos encima. 

La premisa que la película nos vendió era mucho más interesante que la película que al final se nos ofrece: un pastiche de explosiones cuya enorme escala no provoca emoción alguna, una trama familiar que no podría importarnos menos y una explicación New Age sobre el “verdadero” origen de la luna que resulta tedioso, aburrido e innecesario. 

Y por si fuera poco, el director pretende vendernos como homenajes (como para darle más caché a su guión) pequeñas referencias (casi de fan) a cintas como 2001: A Space Odyssey (Kubrick, 1968), Solaris (Tarkovsky, 1972) y hasta a Gravity (Cuarón, 2013).

 

Cómete la maldita naranja

¿Cual es el problema Emmerich? Solo avienta la maldita luna encima de la tierra y ya. Muestra el miedo, la desesperación, los efectos colaterales que eso tendría, no nos hagas perder el tiempo con pseudociencia barata, lo que queremos ver es el caos en la tierra, no como tres astronautas descubren que por dentro la Luna está hecha de andamios y hologramas en 4K que te leen la mente.

Moonfall es una película tan mala que aún no esperando nada extraordinario de ella logra decepcionar. Tan pobre y disparatada (para mal) que hace ver a Independence Day como si fuera Citizen Kane.