
Llega el verano a toda velocidad (perdón por el cliché, pero era inevitable) con el estreno de una de las películas más esperadas del verano: F1: La Película. Esta superproducción pone en la parrilla de salida al indiscutible rey de la taquilla, Brad Pitt, acompañado por el siempre imponente Javier Bardem. Juntos traen a la pantalla IMAX una historia que, si bien no brilla por ser la más elaborada, reluce gracias a los altísimos estándares de producción que maneja.
Aunque la Fórmula 1 es un deporte longevo, con una base de fanáticos sólida y exigente, es claro que la F1 busca atraer nuevos fanáticos del automovilismo mediante esta pieza. Porque si amigos: esto es un COMERCIALOTE. Pero un comercial bien hecho y derecho. Les cuento por qué.
F1, un comercial en IMAX
La historia es simple, pero efectiva. Sonny Haynes (Brad Pitt) y Rubén Cervantes (Javier Bardem) fueron compañeros de equipo y jóvenes promesas de la F1, hasta que un giro del destino truncó sus carreras. Años después, Rubén dirige la escudería Apex, que está al borde del colapso, y recurre a Sonny —ahora un expiloto veterano que corre en circuitos menores— como su última esperanza para salvar al equipo.
Es una fórmula conocida: el regreso del héroe caído. No hay giros sorprendentes ni profundidad dramática, pero la química entre Pitt y Bardem, sumada a una dirección visual impecable, mantiene el interés a pesar de la previsibilidad del guion.
Donde la película realmente acelera es en su apartado técnico. Si tienen la oportunidad de verla en IMAX, no la desperdicien. F1: La Película se ve y se escucha de forma espectacular. La fotografía impecable, la mezcla de sonido envolvente y la poderosa banda sonora de Hans Zimmer elevan la experiencia a niveles casi épicos. La combinación de estos elementos logra transmitir con fuerza la adrenalina, la tensión y el vértigo que se viven dentro y fuera del automóvil.
Como en la vida real
Otro gran acierto de F1: La Película es su compromiso con la autenticidad. Con un presupuesto cercano a los 200 millones de dólares, la producción apostó por filmar en circuitos reales durante fines de semana de Gran Premio —incluyendo Silverstone, Las Vegas y la Ciudad de México—, lo que le da una textura visual genuina y emocionante.
La mezcla entre tomas reales, efectos visuales de alta calidad y vehículos de F1 modificados logra capturar con precisión la velocidad, la tensión y las fuerzas físicas que enfrentan los pilotos. Además, la participación de Lewis Hamilton como productor ejecutivo aportó un nivel de rigor técnico que se nota: la película no solo se ve espectacular, también se siente creíble. Es una inmersión sensorial que, sin necesidad de exageraciones, transmite con claridad el pulso y la intensidad del mundo de la F1.
Un aspecto que merece reconocimiento especial es la atención que la película le dedica al mundo de la ingeniería, una parte fundamental —y a menudo subestimada— del automovilismo. F1: La Película no se limita a mostrar autos dando vueltas a toda velocidad; también pone en primer plano el trabajo meticuloso que ocurre detrás del telón: mecánicos, estrategas, ingenieros de pista y simulación. Sin caer en tecnicismos abrumadores, el filme logra transmitir lo compleja y precisa que es la ciencia detrás del espectáculo. Es un reconocimiento implícito al hecho de que, en la F1, la inteligencia y la innovación importan tanto como la habilidad al volante. Este enfoque añade una capa de profundidad que puede conectar tanto con fanáticos del deporte como con espectadores curiosos por el universo técnico que lo sostiene.
A toda velocidad
Ultimadamente, F1: La Película cumple su cometido: logra que fanáticos y no fanáticos de este lujoso deporte sientan la emoción de estar al borde del asiento, escuchando el rugido de los motores, viviendo la tensión de cada curva y entendiendo —aunque sea por un par de horas— la intensidad que se esconde detrás de cada carrera.
No reinventa el cine deportivo ni propone una narrativa revolucionaria, pero lo compensa con una producción impecable, actuaciones sólidas y un despliegue técnico que roza lo espectacular. Es cine comercial, sí. Pero es cine comercial bien hecho, con respeto por el deporte que retrata y con la clara intención de acercarlo a nuevas audiencias.