Crítica: CLIMAX

Bailarines, viniles y sangría adulterada. Son los ingredientes con los que el siempre polémico Gaspar Noé regresa al cine con Clímax, su más reciente provocación. Con un guión de apenas cinco páginas y un rodaje de tan solo quince días, Noé se las ingenia para estar de nueva cuenta en la cresta de la ola: Clímax es su mejor película desde la brutal e inolvidable Irreversible (2002).

Noé es de esos directores que no le teme a nada. Miembro de una corriente conocida como “directores del cuerpo”, lo suyo es la celebración a los placeres corpóreos y el regocijo de la carne y los fluidos. Enamorado de sí mismo, el mejor cine de Noé es aquel que no sólo se queda en la provocación (Love, 2015), sino en la que intenta probar un punto.

Sin duda, su opus magna es Irreversible (2002), aquella película maldita de la que tanto se habló y que muchos mandaron a la hoguera, pero que al final era un ejercicio interesantísimo que jugaba con los límites del morbo y la representación gráfica. “El tiempo lo destruye todo”, decía esa cinta, y Noé estaba decidido a mostrar la validez de esa cita de la manera más brutal.

La buena noticia es que con Clímax, Noé regresa al terreno más lúdico de sus conocidas provocaciones. Basada levemente en un caso real, la película nos muestra a un conjunto de bailarines profesionales en una fiesta en medio de la nada. Luego de la alucinante primera secuencia de baile, el grupo festeja con la sangría que alguien preparó para la ocasión. Sin que la música pare un sólo instante, los bailarines comienzan a sentir los efectos de alguna droga vertida en la bebida. Lo que vendrá después será una bacanal de sexo, música, baile, paranoia y violencia extrema: un domingo cualquiera en el cine de Noé.

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La película es filmada casi en su totalidad mediante un plano secuencia tan alucinante como los números musicales que se registran con la ya famosa y proverbial cámara de Benoît Debie (cinefotógrafo de cabecera del director) que vuela cual mariposa entre los bailarines. El director se regocija con la pérdida del control de sus personajes, el efecto alucinógeno de las drogas visto desde el punto de vista de otro intoxicado (nosotros), pero por las imágenes, los bailes, la cámara y la música, la droga más potente de todas, según el mismo Gaspar Noé.

Con claras reminiscencias al cine de Buñuel y Pasolini, Noé encuentra la forma de reinventarse sin traicionar su apotegma de celebración a los excesos. CLIMAX es una cinta sumamente incómoda, pero de la cual será imposible salir sin un irrefrenable deseo de bailar hasta el amanecer.